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Uno de sus objetivos fundamentales es el monitoreo sísmico permanente de la actividad de origen tectónico y volcánico del territorio nacional.

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Los volcanes activos son observados a través de diversas tecnologías.

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La tecnología comprende un conjunto de teorías y técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico. No es de sorprenderse que a diario aparezcan nuevas técnicas y revolucionarias teorías que permitan que la tecnología avance a pasos agigantados, facilitando procesos y resolviendo problemas dentro de diversas áreas del quehacer de la comunidad en general.


Desde su creación, el IG ha visto la necesidad de utilizar instrumentos que le permitan realizar una precisa vigilancia tanto en sísmica como en varios otros parámetros relacionados al vulcanismo.

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La Escuela Politécnica Nacional, con el afán de incentivar la generación de más y mejores investigaciones de su cuerpo de profesores e investigadores realizó la entrega de los "Galardones a la Investigación EPN, Periodo 2015-2016" en los cuales se hizo reconocimiento al trabajo que realiza el Instituto Geofísico (IGEPN), por ser el Centro de Investigación con proyectos externos que han generado mayor cantidad de fondos para la EPN.

Las crónicas de la erupción del 26 de junio de 1877 describen cómo fue la última erupción de gran impacto del Cotopaxi. El padre Luis Sodiro en 1877 y el naturalista Teodoro Wolf en 1878 describen detalles muy relevantes de esta erupción que nos dan una idea bastante clara de cómo se desarrolló el evento y la magnitud de la afectación causada. Más recientemente, las investigaciones geológicas realizadas por el IG-EPN y otros científicos en el Cotopaxi han complementado esta información; de este modo, podemos imaginar qué es lo que se puede esperar en caso de una erupción futura.

Sabemos por las crónicas que antes de la erupción “grande”, el volcán ya emitía material incandescente, nubes de gases y ceniza de manera esporádica. Las señales premonitoras se acentuaron a partir de enero de 1877 con “bramidos y ruidos subterráneos” que se hicieron paulatinamente más frecuentes. Incluso, el día previo a la erupción, material incandescente acompañado de una nube de ceniza de gran altura salió del volcán y llegó hasta Quito, convirtiendo el día en noche en Machachi.

La erupción del Cotopaxi de 1877
Figura 1.- El volcán Cotopaxi en 1872, previo a la gran erupción de 1877. Ilustración realizada por Rafael Troya. Se aprecia la cara sur del volcán, vista desde Mulaló, presentando una ligera emisión de gases.


A pesar de ello, no fue hasta el 26 de junio de ese año que la erupción grande ocurrió. Desde aproximadamente las 06h00 (tiempo local) una enorme columna de gases y ceniza ascendió desde el cráter, dispersándose en la atmósfera. Pronto la ceniza llegó a Quito, donde el cielo se obscureció por completo asemejando la noche. La obscuridad envolvió también otras zonas como Latacunga y Papallacta, aunque en esta última la duración de la penumbra fue menor. Para zonas más distales como Guayllabamba y Ambato los efectos fueron mucho más leves, sintiéndose el ambiente bastante polvoroso por la presencia de ceniza.

Los “cañonazos” y “detonaciones” provenientes del volcán se escucharon en Quito y Latacunga, pero también en zonas tan distantes como Guayaquil. Este fenómeno no era algo nuevo: se sabe que en la erupción de 1744 se escucharon los ruidos provenientes del volcán hasta Pasto y Popayán (Colombia).

En pocas horas, la erupción fue ganando vigor por lo que flujos piroclásticos empezaron a formarse y descendieron por prácticamente todos los flancos del volcán. Según el relato de Wolf, este proceso fue similar a “la espuma de una olla de arroz que al fuego repentinamente comienza a hervir y derramarse”. Estas nubes ardientes de gas y ceniza se desplazaron rápidamente sobre el glaciar, derritiendo importantes porciones de este y generando enormes flujos de lodo o lahares. Cuando leemos las crónicas hay que ser cautelosos, pues a la época la nomenclatura de muchos de los fenómenos volcánicos era distinta a la que tenemos hoy en día. Así, muchas veces se hace referencia a estos flujos de lodo como “las avenidas de agua y lodo” o incluso se los denomina “flujos de lava”, pese a que la descripción coincide perfectamente con lo que hoy se conoce como un lahar.

Las películas y la cultura popular en general nos han condicionado a asociar las erupciones volcánicas casi exclusivamente con flujos de lava y, si bien este fenómeno pudiera presentarse para el caso del Cotopaxi, se estima que los flujos de lava serían relativamente lentos y se quedarían restringidos a las proximidades del cráter y en todos los casos dentro del Parque Nacional Cotopaxi. Algo similar sucede con las “rocas voladoras” o más propiamente llamadas proyectiles balísticos. Este tipo de fenómenos necesariamente se verían restringidos a la zona más proximal al cráter, es decir unos 2 o 3 km a la redonda, siendo por tanto imposible que alcancen poblaciones como Latacunga o el Valle de los Chillos.

El verdadero peligro que esconde la emisión de material incandescente está en la rápida fusión del hielo, que desencadenó el descenso de gigantescos lahares. Los lahares descendieron cargando abundantes bloques de roca y trozos de hielo, inundando las principales quebradas del volcán y encaminándose por los tres drenajes principales. Los lahares no son flujos de alta temperatura que calcinen todo a su paso, al contrario, son de temperaturas relativamente bajas, si acaso pueden llegar a ser “tibios”. Lo que los hace peligrosos es su enorme volumen, su consistencia similar al concreto fresco y su gran rapidez, pudiendo alcanzar los centros poblados con velocidades de 40-50km/h. El impacto de estos flujos contra las casas podría destruirlas o dejarlas completamente enterradas.

La erupción del Cotopaxi de 1877
Figura 2.- Representación artística de la erupción del Cotopaxi de 1877. Ilustración de D. Sierra (IG-EPN) 2023. La ilustración muestra flujos piroclásticos descendiendo por los flancos del volcán, derritiendo el hielo y formando gigantescos lahares que alcanzan zonas pobladas. Las espesas caídas de ceniza han convertido el día en tinieblas.


Sabemos por las investigaciones geológicas que los flujos de lodo producidos durante la erupción de 1877, pudieron tener volúmenes de entre 60 a 80 millones de metros cúbicos de material en cada uno de sus drenajes principales: río Pita al norte, río Cutuchi al sur y río Tamboyacu al este. ¿Cómo podemos entender este número? ¿Recuerdan los flujos de lodo que descendieron en el sector de La Gasca- Quito en 2022? Aquellos flujos tumbaron las paredes de algunas casas y se llevaron consigo árboles, vehículos y produjeron casi 30 víctimas fatales. Pues, los flujos provocados por una erupción del Cotopaxi pueden ser hasta 800 veces más voluminosos que el aluvión de la Gasca en cada uno de los drenajes.

Las crónicas escritas detallan como el flujo lahárico de 1877 arrasó con los puentes localizados en los ríos Culchi y Cutuchi, en Píllaro, Patate, Baños y Agoyán; así mismo, destruyó los molinos y haciendas que estaban a su paso. Gran parte de los caseríos localizados entre el volcán y Latacunga fueron enterrados por el lodo. No se tiene estimaciones claras de cuántas víctimas causó, pero se cree que solo en el distrito de Latacunga, hubo al menos 300 fallecidos.

La erupción del Cotopaxi de 1877
Figura 3.- Mapa del volcán Cotopaxi, mostrando las zonas de inundación por flujos de lodo o lahares tras la erupción de 1877. Se observa los flujos que se dirigen al norte (río Pita y río Pedregal) y los que se juntan al sur en el río Cutuchi, que baña la ciudad de Latacunga. Elaborado por T. Wolf (1978). Nótese que el Norte se encuentra dispuesto hacia la izquierda del mapa.


Las crónicas nos recuerdan que a lo largo del drenaje del río Pita (hacia el norte) la afectación fue menor ya que en ese entonces el Valle de Los Chillos era una zona poco poblada. Los lahares alcanzaron el sector de Cashapamba y Los Chillos, destruyendo molinos, obrajes y talleres varios. Los flujos del norte siguieron su paso hasta desembocar en el Océano Pacífico a través del río Esmeraldas.

De igual manera hacia el flanco oriental, los lahares descendieron por los ríos Verde, Verdeyaku y alcanzaron Puerto Napo, destruyeron muchas casas asentadas en las riberas de los ríos Jatunyaku y Napo hasta llegar a Puerto Misahuallí. El flujo se llevó embarcaciones, cabezas de ganado y cobró la vida de al menos 20 personas.

En los días posteriores continuó la emisión de gases y ceniza; paulatinamente, el volcán fue retomando la calma y la población empezó la larga tarea de la reconstrucción.

Entre agosto y diciembre del 2015 el Cotopaxi atravesó un proceso eruptivo de tamaño pequeño, que produjo caídas de ceniza, especialmente hacia el occidente del volcán, y pequeños flujos de lodo (lahares secundarios) cuyo corto alcance produjo únicamente afectación al interior del Parque Nacional Cotopaxi. Más recientemente, desde octubre de 2022, el Cotopaxi mantuvo un proceso eruptivo que se extendió a lo largo de casi 8 meses. Al momento, el volcán está regresando paulatinamente a sus niveles de base.

Estas dos erupciones recientes, aunque han sido de baja magnitud, son un recordatorio para todos de que el volcán sigue activo y constituye una potencial amenaza. No tenemos certeza de cuándo ocurrirá, pero sí podemos estar seguros de que el Cotopaxi volverá a tener una erupción grande en el futuro. Es por esto que lo más importante es permanecer informados, prepararnos y conocer los riesgos en nuestra localizad. Pero, sobre todo, no debemos olvidar los sucesos que ha registrado la historia.

Conoce el mapa de potenciales amenazas del volcán Cotopaxi. ¿Dónde queda tu casa? ¿Tu lugar de trabajo? ¿La escuela de tus niños?

Explora el mapa interactivo: https://www.igepn.edu.ec/mapas/amenaza-volcanica/mapa-volcan-cotopaxi.html
Encuentra información importante sobre qué hacer frente a una erupción: https://alertasecuador.gob.ec/


Modificado por última vez el 25/06/2024.


Autores: D. Sierra, M. Córdova, S. Hidalgo, D. Andrade.
Corrector de Estilo: G. Pino
Instituto Geofísico
Escuela Politécnica Nacional

 

Buenos Aires, 13 jul (EFE).- La potencia de la erupción del complejo volcánico chileno Puyehue-Cordón Caulle equivalió a la energía liberada por 70 bombas atómicas o al dos por ciento de la potencia eléctrica mundial, según un estudio publicado hoy por investigadores argentinos.

Tres físicos de la Universidad Nacional de Río Negro, una de las provincias argentinas más afectadas por el volcán, calcularon que el Puyehue expulsó cien millones de toneladas de ceniza, arena y piedra pómez, "una cantidad comparable a la carga de 24 millones de camiones de transporte de áridos".

En el estudio, que publican en la web de la entidad académica, plantearon como hipótesis que el área cubierta por el material expulsado por el volcán es de unos 1.700 kilómetros cuadrados, con un espesor promedio de diez centímetros.

El 4 de junio pasado el complejo volcánico, situado en la cordillera de Los Andes, hito fronterizo entre Argentina y Chile, entró en una actividad que expulsó cenizas y otros materiales durante cinco horas "con una altura promedio de la pluma de 5.000 metros".

La energía necesaria para elevar esa masa de materiales a tal altura fue de mil kilotones, equivalente a la energía liberada por 70 bombas nucleares, calcularon los expertos, dos de ellos miembros del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y de la Comisión Nacional de Energía Atómica.

"La magnitud de la energía puesta en juego en este fenómeno geológico es equivalente a doce veces la potencia eléctrica instalada en Argentina o al dos por ciento de la potencia eléctrica mundial", destacaron.

Los investigadores explicaron que hicieron este estudio desde la óptica que hubiera aplicado Enrico Fermi (1901-1954), físico italiano reconocido, entre otros motivos, por haber desarrollado el primer reactor nuclear, en 1942.

La erupción del Puyehue genera millonarias pérdidas económicas en Argentina, donde siguen afectados los vuelos comerciales con el consiguiente impacto en el turismo más de un más después de la entrada en actividad del complejo volcánico chileno.

La diseminación de cenizas ha provocado la cancelación de cientos de vuelos domésticos e internacionales y la declaración de "emergencia agropecuaria" en las sureñas provincias argentinas de Chubut, Río Negro y Neuquén, donde están los principales centros de turismo invernal del país.

Fuente: http://www.google.com/hostednews/epa/article/ALeqM5jigUIY7_2fGwi4l9qBSuWH6_RYTw?docId=1568195

Pondoa (Ecuador), 5 dic (EFE).- La sorpresiva erupción del volcán Tungurahua, en el centro andino de Ecuador, además de haber causado temor en la población, también ha desnudado varios problemas que afrontan los campesinos que habitan en sus dominios.

 

El domingo 5, decenas de campesinos que fueron evacuados el sábado, tras una erupción "importante" que obligó en algún momento a que las autoridades declararan la máxima alerta, volvieron a Bilbao, un poblado al pie del coloso.

 

Jorge Aguilar, de la junta parroquial de Bilbao, aseguró a Efe que la erupción del sábado "realmente fue fuerte" e hizo recordar otra más energética de agosto de 2006, cuando el volcán arrojó flujos de piroclastos o material magmático, que prácticamente cubrió a toda la montaña.

 

En esa ocasión fallecieron unas seis personas, sobre todo en la zona sur del volcán, recordó Aguilar tras señalar que Bilbao se cubrió de una gruesa capa de ceniza que dañó todos los cultivos.

 

Sin embargo, manifestó que los habitantes de su pueblo conocen al Tungurahua, ya que han convivido con él desde 1999 cuando comenzó su actual proceso eruptivo.

 

"A veces sube la actividad, muy fuerte, hace temblar la tierra y las ventanas, pero hay meses en que se tranquiliza (...) Ahí permite que la gente cultive" sus parcelas y obtenga buenos ingresos, añadió.

 

Sin embargo, el campesino se quejó de que Bilbao, como muchos otros pueblos de sus alrededores, alcancen notoriedad cuando el Tungurahua genera sus rabietas.

 

Y es que recordó que, pese a vivir cerca del peligro, los campesinos que viven en sus cercanías necesitan de las fértiles tierras del Tungurahua.

 

Por eso los campesinos de Bilbao y otras localidades vecinas como Puela y Chacauco, realizan mingas (trabajo voluntario, en quichua) para construir servicios que fueron dañados en la erupción de 2006.

 

"Lo que más se necesita son obras de infraestructura, la carretera ha sido reconstruida por nosotros y hemos hecho también un sistema de riego", agregó.

 

Aguilar admitió que siempre será un peligro vivir junto al Tungurahua, pero dijo que él, como muchos de sus vecinos, están dispuestos a correr el riesgo.

 

"Claro, si explota fuerte, entonces saldremos a las zonas de seguridad, pero hasta ahora hemos soportado" la actividad del coloso, añadió.

 

Además, indicó que algunos geólogos que los han visitado les dijeron que la actividad del Tungurahua, cada vez genera pulsos altos, pero de menor energía que el anterior.

 

El Instituto Geofísico (IG) de la Escuela Politécnica Nacional, que vigila al volcán todo el tiempo, considera que esa posibilidad puede darse "o no", aceptó Aguilar, que siempre está pendiente de las informaciones que esta institución les proporciona.

 

"Ellos (los del IG) nos advierten, nos anticipan de lo que puede pasar" y cuando "nos dicen que salgamos, entonces salimos" de la zona de peligro, dijo .

 

Esa alerta fue la que hizo el IG el sábado para que la gente de Bilbao evacúe el pueblo.

 

Y es que la erupción del sábado generó el rodar de bloques candentes que bajaron por las quebradas de la montaña, hasta un kilómetro bajo el cráter.

 

Tras el pulso de fuerte actividad, el volcán se tranquilizó y bajó su intensidad, aunque todavía mantiene su fuerza de forma "moderada", según el IG.

 

Ese cambio permitió a las autoridades cambiar la "alerta roja" declarada al momento de la erupción, a otra de tipo "amarilla" o de precaución.

 

El tipo de alerta podría volver a intensificarse, si la situación empeora, reveló a Efe uno de los militares que hoy acudieron a la zona del Tungurahua para atender la emergencia.

 

"Nosotros estaremos aquí el tiempo que se requiera", añadió el teniente Cristian Ayala, de las Fuerzas Especiales del Ejército, que comandó una patrulla para visitar las zonas de peligro.

 

Los militares repartieron heno a los campesinos para que alimenten su ganado, ya que la ceniza del Tungurahua ha afectado los pastizales.

 

"Es una situación dura para la gente de aquí, pro eso nosotros venimos a colaborar", añadió otro de los militares.

Hoy, 7 de febrero 2025, es el aniversario No. 42 del IGEPN

Antecedentes

El Dr. Minard Hall, de origen estadounidense, se mudó a Quito en el año 1972 para trabajar como profesor de la facultad de Geología de la EPN, donde impartiría las cátedras de Vulcanología, Geología de Campo y Petrología Ígnea. Hall se enamoró del Ecuador y de sus volcanes por lo que decidió quedarse a vivir aquí de manera permanente. Inspirados por Hall, varios de sus estudiantes realizaron tesis de ingeniería enfocadas al entendimiento de la sismicidad en el valle interandino, entre ellos destacan: Patricio Ramón, Miguel Pozo, Pedro Basabe y Hugo Yepes, todas ellas fueron importantes avances para el conocimiento científico de la época.

Entre 1975-76 se reportó actividad fumarólica en el volcán Cotopaxi. Hall quien además de científico era un montañista aficionado, sabía del peligro latente que significaba este volcán dada su reciente historia eruptiva y su imponente glaciar. Para esa época era poco lo que se sabía del volcán Cotopaxi y no se contaba con ningún tipo de monitoreo, inspirado por esta realidad y por el sismo de Pastocalle de 1976 que azotó a la provincia de Cotopaxi, Minard Hall se propuso el estudio de los fenómenos sísmicos y volcánicos del Ecuador.

Hall fue un pionero de la vulcanología en 1978, colaboró con una comisión de otros dos investigadores extranjeros de USGS para la realización del Primer Mapa de Amenazas del Volcán Cotopaxi, que resalta por ser el primer mapa de este tipo en realizarse en Sudamérica.


La creación y evolución del IG-EPN

El 07 de febrero de 1983, durante el rectorado del Ing. José Rubén Orellana, el Consejo Politécnico firmó el acta con la que se crea el Departamento de Geofísica de la Escuela Politécnica Nacional (Instituto Geofísico). Para ese entonces el Geofísico tenía apenas dos miembros fundadores, el Dr. Hall y uno de sus estudiantes: Hugo Yepes.

La historia del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional
Figura 1.- Exhibición de un sismógrafo en casa abierta de la defensa Civil en 1985. Archivo IG-EPN.


Tras su creación, al equipo se integró personal del Observatorio Astronómico de la Politécnica Nacional: José Egred, Vinicio Cáceres, Wilman Acosta y Marcela Robalino. Ellos trabajaban ya con temas afines a la geofísica, dado que el Observatorio Astronómico tenía en sus instalaciones el primer sismógrafo de nuestro país instalado en 1904 y otros más que habían sido puestos en funcionamiento hasta los años 60s.

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Figura 2.- Centro de monitoreo del IG-EPN con transmisión en tiempo real y monitoreo en tiempo real en la década de los 2000.


Gracias a proyectos de consultorías Nacionales como el proyecto de obras de agua potable MicaTambo y grandes proyectos de colaboración internacional como UNDRO (Oficina del Coordinador de las Naciones Unidas para el Socorro en Caso de Desastre, por sus siglas en inglés;1986) se instaló una pequeña red de nueve sismógrafos en el callejón interandino.

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Figura 3.- Miembros del IG-EPN analizan registros sísmicos en papel con lupa y regla en los años 90s.


La Organización de las Naciones Unidas para el Socorro en Casos de Desastre (UNDRO) y el Servicio Geológico de EEUU a través de USAID apoyaron un proyecto conjunto con el IG-EPN para la realización de mapas de amenaza volcánica en Ecuador. Visitas extendidas al país del Dr. George Walker, volcanólogo de talla mundial, quien aconsejó para desarrollar/confeccionar mapas de amenazas de volcanes considerados peligrosos.

Bajo esta cooperación se realizaron 11 mapas de amenaza volcánica incluyendo la Segunda Edición del Mapa de Amenazas del Cotopaxi, separado ahora en Zona norte y Zona Sur; todos ellos fueron impresos en papel para su difusión en coordinación con el Instituto Geográfico Militar (IGM).

Para 1993 el Geofísico contaba con apenas unos 12 miembros, entre los que destacan Patricia Mothes (Actual jefa del Área de Vulcanología) que se unión en 1987, Wilson Enríquez (Actual jefe del Área de Instrumentación) y Mario Ruiz (actual director del IG-EPN) que se unieron en 1987.

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Figura 4.- Instalación de estaciones sísmicas con graficador de tambor en las Islas Galápagos, con apoyo de las Fuerzas Armadas.


En los fines de los 90s la reactivación de algunos volcanes que desencadenaron en erupciones importantes como el Guagua Pichincha (1999-2001) y Tungurahua (1999-2016), presentaron nuevos retos para el recientemente constituido observatorio. Proyectos de inversión de INECEL (Instituto Ecuatoriano de Electrificación) permitieron el mejoramiento de las redes del Cotopaxi y Tungurahua con objetivos al monitoreo para la protección de infraestructura crítica como es la red de trasmisión eléctrica, embalses y centrales hidroeléctricas.

Así mismo la ocurrencia de varios terremotos como el de Macas (1995; Mw=7), Pujilí (1996; Mw=6) y Bahía de Caráquez (1998; Mw=7.2) impulsaron el crecimiento del observatorio y el mejoramiento de las capacidades operativas del Geofísico.

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Figura 5.- Personal del IG-EPN durante el 20 aniversario de fundación del IG-EPN (2003).


Para el año 1999 el Geofísico ya contaba con cerca de 30 miembros y había instalado una sala de monitoreo que operaba 24/7 para la vigilancia de los fenómenos sísmicos y volcánicos del Ecuador.

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Figura 6.- Erupción del Guagua Pichincha en 1999 (P. Mothes), Erupción del Tungurahua en 2006 (C. Ramos).


En el año 2002 el Volcán Reventador generó una gran erupción con índice de explosividad de 4, que afectó al sistema petrolero y causó una fuerte caída de ceniza en la capital paralizando las actividades por más de una semana. Como consecuencia el Geofísico firmó un contrato con OCP (Oleoducto de Crudos Pesados) para mejorar y mantener la vigilancia del volcán Reventador.

Así mismo, a partir del 13 de enero de 2003, mediante Decreto Oficial No. 3593, el Instituto Geofísico recibe desde el Estado Ecuatoriano el encargo oficial del diagnóstico y la vigilancia de los peligros sísmicos y volcánicos en todo el territorio nacional, consolidando así su posición como el principal referente de estas temáticas en el país.

Los proyectos de cooperación internacional como el Institut de Recherche pour le Développement de Francia (IRD), la agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) y el Volcanic Desaster Asistance Program (VDAP) del Servicio Geológico de EEUU han sido grandes socios estratégicos del Geofísico durante su desarrollo, mediante proyectos, intercambios científicos, becas y donaciones de equipos han ayudado al crecimiento del Instituto y de sus capacidades.

En el 2008, el Instituto Geofísico recibió por parte de la Senescyt un proyecto encaminado a la modernización de sus redes y observatorios volcánicos. El cual permitió una importante expansión del observatorio con mejoras instrumentales y con la contratación de más personal, llegando casi a un centenar de profesionales.

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Figura 7.- Sobrevuelo al volcán Cotopaxi en agosto 2015 (P. Ramón), socialización del mapa de amenazas durante la erupción del Cotopaxi de 2015.


La reactivación del Cotopaxi en 2015 supuso nuevos desafíos para el Instituto, empujó al mejoramiento de las redes, protocolos y a la actualización de los mapas de amenaza. Dada su alta peligrosidad, hoy en día el Cotopaxi es el volcán mejor vigilado del país y uno de los mejor vigilados del mundo.


El Geofísico hoy

El Instituto Geofísico de la EPN mantiene la Red Nacional de Sismógrafos y Acelerógrafos con más de 80 estaciones operativas a nivel nacional, mantiene además la Red Nacional de Geodesia con cerca de 100 estaciones GPS de alta resolución desplegadas por todo el país para detectar la deformación y vigilar los fenómenos geodinámicos que ocurren en el país.

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Figura 8.-A) Directores y ex-directores del IG-EPN en el evento de celebración por el 35 aniversario del IG-EPN, Dr. Mario Ruiz, Dr. Hugo Yepes, Dr. Minard Hall y Dra. Alexandra Alvarado. B) Minard Hall recibe un reconocimiento por parte del Rector de la EPN Ing. Jaime Calderón (2018).


El Geofísico cuenta con varias redes de vigilancia multiparamétricas para la vigilancia de volcanes como: Cotopaxi, El Reventador, Sangay, Guagua Pichincha, Tungurahua, Cuicocha, Cayambe entre otros. Estas redes cuentan con sismógrafos, GPS, detectores y medidores de gas, cámaras de rango visual, cámaras térmicas y cenizómetros.

Hoy en día el Geofísico cuenta con un equipo multidisciplinario de más de 70 técnicos profesionales en las áreas de sismología, vulcanología, sistemas, electrónica y telecomunicaciones. Todos ellos tienen títulos de ingeniería y postgrados en diferentes universidades nacionales e internacionales de Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Italia, España, Alemania, Argentina y Brasil.

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Figura 9.- Foto grupal del Personal del Instituto Geofísico en diciembre 2024.


El Geofísico es líder también en investigación y desarrollo, cada año sus técnicos generan más de 20 artículos en revistas científicas indexadas, siendo una de las dependencias líderes en producción científica en la EPN y en el Ecuador.

Como muestra del buen manejo de crisis sísmicas y volcánicas se destacan los siguientes premios y reconocimientos:
• En 1992, el IG-EPN recibió de la Naciones Unidas el Premio Sasakawa para la Reducción de Desastres, que consiste en un reconocimiento a la excelencia en la reducción del riesgo de desastres: por un mundo más seguro y sostenible.
• En 2018, la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) entregó el galardón JICA President Award, como reconociento al profesionalismo del Instituto Geofísico de la EPN (IG-EPN) en temas de monitoreo volcánico, de terremotos, tsunamis; y por el aporte en la disminución del riesgo de desastres en Ecuador.
• En 2020, La Asociación Internacional de Vulcanología y Química del Interior de la Tierra (IAVCEI por sus siglas en inglés), la primera y principal asociación de Vulcanología en el mundo, entregó el Premio IAVCEI por la Vigilancia Volcánica y el Manejo de Crisis (VSCM) al Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IG-EPN) de Ecuador.

Además, por su gestión el IG-EPN se ha hecho acreedor de varios reconocimientos locales.

Pero no solo eso, el Geofísico trabaja de cerca con otras entidades y con la comunidad, emite permanentemente reportes sobre la actividad sísmica y volcánica y participa de actividades de capacitación y divulgación científica. A través de las redes sociales y las redes de vigías y observadores volcánicos el Geofísico ha creado canales de comunicación bidireccional, donde la comunidad retroalimenta su gestión en pos de la creación de una sociedad más resiliente contra desastres.


D. Sierra, M. Córdova, P. Mothes, M. Ruiz
Instituto Geofísico
Escuela Politécnica Nacional